La cocina bretona es bastante calórica. De hecho la gente gasta ingentes cantidades de mantequilla (demi-sel, que significa con algo de sal) para preparar las crêpes y las galettes. Las primeras suelen ser dulces (madre mía, qué pecado gordo el untar la nutella encima!) y las segundas, elaboradas con un trigo oscuro llamado "sarrazin" son para echarles dentro ingredientes salados. He probado de las dos, pero francamente, he intentado en la medida de lo posible, obviarlas por el argumento de peso mencionado más arriba. Deshacen en una sartén una nuez de mantequilla y encima echan la crêpe ya hecha. Luego embadurnan la superficie con más mantequilla y finalmente, les echan encima los ingredientes elegidos (puede ir desde un huevo, lo más corriente, a una especie de longaniza de la región, pasando por queso, cebolla, etc.). Lo de la cocacola bretona me dejó de piedra cuando la vi la primera vez. Allí es mucho más popular que la yanki. Y sí, sabe más o menos igual...
Sí, de vez en cuando me tomé algún café crème (la versión francesa del café con leche).
El día en que llegué a Lorient comí cerca del centro en una cafetería lo que véis en la foto. Lógicamente, en un lugar en el que no había ni un turista.
Galette de queso emmental y cebolla. (Esto me lo pedí en un encantador restaurante de Morlaix llamado "La fée Morgane").
No hay comentarios:
Publicar un comentario