jueves, 17 de diciembre de 2009

Intolerancia e ignorancia

Estoy indignada. Realmente indignada. Nunca antes había sentido tanta rabia, decepción e indignación en mi vida profesional. Y no estoy hoy para muchas ironías, me temo. Así que el post de hoy será duro, crudo y sobre todo muy realista.
Todo comenzó hace un par de meses cuando por circunstancias, en mi nuevo insti me endosan un proyecto de intercambio con un insti de Tarbes (Francia). Responsable como creo que soy, intento responder de la mejor manera posible, y enseguida me pongo manos a la obra en colaboración con mi compañera de departamento y la ayuda del equipo directivo, que ya tuvo que ver el curso anterior con el proyecto, pues que éste es continuación de aquél. Primero de todo había que recabar un número determinado de alumnos, de un nivel de 4º de ESO, que es el mismo que los alumnos franceses. No tardo mucho en formar el grupo de 22 que se requieren para completar el proyecto. Entre ellos, una niña que me confirmó por dos veces que estaba ilusionada por esta ocasión de corresponder con alguien del idioma que está estudiando. Hasta ahí, ningún problema. Hasta que un par de semanas después de aquello, me viene la susodicha a decirme que se lo había pensado mejor, y se descolgó del tema. No me sorprendió mucho, porque algunos compañeros más, y por temas básicamente económicos, se dieron de baja también. Rápidamente, mi compañera y yo empezamos a buscar sustitutos para ellos. Y echamos mano de alumnos de 3º para poder así completar la lista. Un par de días después de cerrar de nuevo la lista, me viene la niña en cuestión para llorarme un poco, diciendo que había cambiado de opinión y que quería participar a toda costa en el intercambio. Le dije claramente que ya no era posible porque ya había sustitutos para la plaza que dejó libre. Tanto me insistió que al final le dije que ella quedaría en la lista de espera, en el caso de que algún alumno se apeaba del proyecto.
La casualidad quiso que un alumno se diera de baja por motivos más que justificados y que ahora no vienen al caso. La niña, tan pronto lo supo, se puso histérica de alegría. Bueno, pues a los pocos días, convoco una reunión de padres para empezar a trazar estrategias y comunicar algunos aspectos de logística del viaje. La madre de la niña vino a esa reunión. Hasta ahí, todo bien.
Tanto mis alumnos como los del instituto francés se han escrito cartas de presentación que reflejan sus gustos, y sirven básicamente de introducción para la visita que haremos nosotros en marzo y que nos devolverán ellos en mayo. Muchos de ellos han puesto fotos de ellos mismos, de sus mascotas, de su familia... Lo normal en un proyecto de este tipo. Como de parte de los franceses también hubo algún que otro cambio en alumnos, se enviaron las cartas de presentación en varios envíos. Pues resulta que por una de esas casualidades de la vida, la carta de la alumna francesa de esta niña ha sido la última en llegar. El resto ya los habíamos emparejado de la mejor forma posible: por edades, por gustos, etc...
Pues resulta que la cría estaba dándome el coñazo tooooodos los días con lo de la carta de su "francesa", que no podía esperar, que le hacía mucha ilusión recibirla... enfin, que cuando le digo que se trata de una chica de origen malgache, y por lo tanto morenita de piel, el entusiasmo de la niña se desvaneció de un plumazo. De hecho, al día siguiente, en clase, me viene y me dice que ha cambiado de opinión y que ya no quiere participar en el intercambio. No me da razones concretas, sólo me dice que no le apetece estar en "esa casa" y tampoco le apetece conocer a la chica. No menciona, por supuesto, el tema del color de piel de la francesa, pero está claro que ése es el único motivo. Le dije a la chica que quería hablar personalmente con la madre al día siguiente.
Pero hoy, esta mañana, a la hora acordada, no se ha presentado nadie a hablar conmigo. Sólo un aviso de una llamada telefónica de la madre. Me ahorraré hacer comentarios sobre cómo me sentía en esos momentos. Sólo que se lo comenté al jefe de estudios y al director, que sintieron tanto malestar como yo. Cuando por fin pude hablar por teléfono con la madre, mi indignación fue en aumento al comprobar que ésta ostentaba un discurso indolente, escudándose en la voluntad de su hija y excusándola corbardemente, aduciendo que no puede forzar a su hija a participar en el proyecto. Lamentable, y vergonzoso... sin paliativos!
Educamos, o eso intentamos, para la tolerancia, la aceptación de la diferencia; de hecho, convivimos en el instituto con un ramillete variado de nacionalidades y el día a día transcurre más o menos en armonía. No entiendo cómo (o sí, pero me da miedo expresarlo) una cría de quince años puede mostrar semejante actitud xenófoba, caprichosa e intolerante con total indiferencia de las consecuencias que esta actitud puede acarrear. Si es así con esa edad, qué pasará cuando tenga unos años más? qué valores le trasmitirá a sus hijos? Bueno, los mismos que ella ha recibido de sus padres; de qué me sorprendo...
Ah! Y los cincuenta euros que ha entregado de depósito no se le van a devolver. Faltaría más. Para mí, esta cría ya está estigmatizada.

jueves, 10 de diciembre de 2009

La generación "no doy ni golpe porque no me da la gana"

El post de hoy será cortito, cortito... tanto como el tamaño de la neurona de estos parásitos que nos están invadiendo.