jueves, 15 de julio de 2010

Primera etapa

En realidad, en esta primera etapa, no he llegado todavía a Bretaña... Mientras conducía durante horas para llegar a mi hotel de medio camino, me decía a mí mismo: "Madre mía, qué grande es Franciaaaaa!". Casi once horas de carretera, con media docena de paradas técnicas, y un cansancio que no me cabe en el cuerpo, pero contenta de verme (una vez más) inmersa en esta cultura que me fascina.

Me encuentro en la región llamada Vendée, una región marítima al sur de Bretaña. La ciudad que se encuentra aquí al lado es La Roche-sur-Yon, no muy lejos de Nantes que un día lejano perteneció a Bretaña, pero que tras guerras encarnizadas por anexionar territorios, finalmente conformó otra de las regionas más bellas de Francia; la del País del Loira, uno de los cinco ríos más importantes del país vecino, y todos navegable. El pasado verano tuve la oportunidad de darme una vuelta para visitar algún que otro de los magníficos castillos que la pueblan.

Todas y cada una de las paradas que he hecho en las áreas de servicio estaban llenas de viajeros que semejaban una actividad frenética digna del mejor hormiguero. Una de las características que más me llaman la atención es la educación de la gente y la limpieza de todas las instalaciones.


Al tiburoncito gris le ha crecido un apéndice en forma de cofre en el techo. Ahí van todos los bártulos de cámping. Como mi maletero es muy pequeño, si no los necesito, pues ahí van guardados, sin estorbar en el resto.
Hotelito muy barato, pero suficiente para pasar una sola noche, mientas llego mañana a Nantes. Estoy tan cansada que va a ser poner la oreja en la almohada y quedarme dormida.

Mañana más.

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