domingo, 18 de abril de 2010

El día en que un volcán la lió parda






Esta vez no es la nieve, que ya paralizó aeropuertos de medio mundo el pasado invierno. Esta vez es la incontrolable fuerza de la naturaleza, personalizada en volcán en erupción la que ha paralizado sin paliativos el tráfico aéreo de más de media Europa.



Desde que entrara en erupción hace una semana un volcán islandés de nombre impronunciable, no ha parado de escupir una montaña kilométrica de humo y cenizas que han tapado literalmente los cielos del continente. Esto ha obligado a más de un centenar de aeropuertos a cerrar sus instalaciones, y cancelado miles de vuelos con el consiguiente cabreo de los incautos viajeros que se han visto compuestos y sin viaje. Un auténtico caos aéreo. Como si fuera de nuevo el 11 de septiembre, pero por causas naturales y sin torres gemelas...



Y no es que me alegre especialmente de ver todos estos pretenciosos seres humanos con cara de desesperación a causa de un volcán islandés. Pues como le dé por despertarse al que está al lado, me veo volviendo a la Edad Media (no, no la que describía Belén Ignorancia Esteban hace unos días). Sí, me parece muy cómica esta parálisis general de la aviación europea por una nubecita de nada de cenizas volcánicas. Además, qué triste también que muchos de los mandatarios mundiales no hayan podido asistir al funeral polaco. De pronto nos damos cuenta de cuán frágil es nuestra situación con respecto a la naturaleza. Mira que cuando le da por rebelarse, no queda títere con cabeza. Me estoy acordando así a botepronto, y por mencionar aquellos que conmocionaron al mundo, especialmente del Katrina, del tsunami en el sudeste asiático, de Haití, de Chile, de... y me estaría horas enumerando catástrofes naturales que han puesto en jaque a la población mundial. Más si cabo ahora, con esta nube de cenizas invasiva, se puede apreciar la dependencia y la fragilidad del mundo en el que vivimos. Un grano de arena, una nube de polvo y... compañías aéreas que pierden millones de euros, cientos de miles de viajeros que se quedan varados en los aeropuertos, una economía paralizada en parte. Un desastre para algunos.

Cuando inconscientemente (o no tanto) la naturaleza se pone a perturbar la marcha ineluctable del hombre hacia su propio final, me suena como una dulce venganza bien merecida. En cualquier caso, esta vez al menos por un tiempo, es la propia naturaleza la que dicta sus normas, su ley y clava en el suelo el minúsculo ser humano, que se lamenta de su impotencia. Tal vez exista una relación directa entre la contaminación ambiental cada vez más brutal, la deforestación salvaje en muchos países del mal llamado tercer mundo, el consumo salvaje y obsceno.

Tal vez sólo bastaría tener (recuperar) un poco de humildad, de modestia; convendría acaso disminuir el nivel de arrogancia, volver a poner al hombre en su nivel, saber escuchar el planeta, para alcanzar a comprender ciertas cosas. Y es que cuando oigo eso de "hombre civilizado" me da la risa tonta. En realidad, no dista mucho del Cromagnon: bruto, bárbaro y un terrible y cruel depredador...

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