martes, 10 de febrero de 2009

Descanse (por fin) en paz

Ayer, finalmente, después de años de batalla judicial y hasta enfrentamientos políticos en el gobierno italiano, que casi acaban en crisis institucional, un escueto comunicado ha acabado con la polémica suscitada por la decisión de terminar con la situación de Eluana Englaro, que se encontraba en coma vegetativo desde hacía diecisiete años. La habían tenido que cambiar de hospital ya que el que la había acogido hasta el momento se negaba a participar en lo que consideraban un "crimen". No ha podido ni la voluntad de Berlusconi de cambiar las leyes, ni los chantajes de los grupos radicales, ni siquiera las presiones del Vaticano. Dicisiete años de coma vegetativo habían convertido a esta bella joven sonriente en las fotos que de ella se exhibían en poco menos que una momia irreconocible, en palabras de su propio padre, que veía cómo año tras año, el cuerpo de su hija se deterioraba implacablamente. Había luchado lo indecible porque acabaran con ese "calvario" y se encontraba ya casi sin fuerzas.

Ya un año después de su accidente, ocurrido en 1992, los médicos le habían confirmado que no había ninguna esperanza de que Eluana recuperara la conciencia. El padre había multiplicado los esfuerzos para darle a su hija el derecho a una muerte digna. Finalmente, hace tres meses, y después de diez años de calvario judicial e innumerables recursos, consiguió la autorización para interrumpir la alimentación y la hidratación de su hija. El cuadro médico de la nueva clínica declaró que "Eluana no sufrirá ya que murió hace diecisiete años".

El momento tenso en estos últimos días ha venido, no de la mano de los grupos de personas que se apiñaban a las puertas de la clínica donde estaba ingresada Eluana, que proclamaban con pantarcas de signos opuestos sus consignas, sino en el enfrentamiento abierto entre Berlusconi, que se erige a la cabeza de la Italia más conservadora y radical y el presidente de la república, Giorgio Napolitano (que para más inri es ex comunista) que se ha negado en redondo a refrendar el proyecto de ley del primero.

Me pregunto qué autoridad moral tiene Berlusconi para pretender decidir en lugar de la familia, aquella misma que ha estado día tras día a su vera (más de 6000 interminables días), siendo testigo del deterioro de la chica. En realidad, ninguna. Berlusconi no tiene ninguna autoridad porque no le ha ocurrido a su propia familia. Todos hablan de sí, sólo de sí mismos: gobierno, diputados, senadores, medios de comunicación. Cada cual ha lanzado su "verdad" con un afán egoísta e intolerante dignos de otros tiempos y de otras latitudes. Muchos han arremetido contra la familia de la pobre chica a la que han mantenido pendiente de un hilo de vida artificial y nadie se ha preocupado por ver qué había más allá de una simple (¿simple?) decicisón de atajar el sufrimiento de una familia. Manifestaciones, concentraciones, gritos, pancartas, sentencias y recursos en justicia, demandas y juicios... Hasta se han atrevido a pedir fotografías recientes de la chica para su publicación en la prensa más sensacionalista. Todo, menos sensibilidad, tolerancia, respeto, humanidad. Es fácil decir qué es lo que otro debería decir o hacer, lo que la familia debería haber hecho o decidido. Resulta nauseabundo contemplar a todos esos carroñeros que se adjudican el protagonismo a costa de una pobre mujer en coma y que se pasan por el forrillo izquierdo el sufrimiento de una familia. Cuando haya pasado algo de tiempo, todos serán incapaces de decir cuándo se produjo la muerte de Eluana. Este asunto no se merecía más que el protagonismo de los médicos y de la familia. Esta decisión nunca debió salir de ese ámbito.

Si los católicos más recalcitrantes preconizan la inmortalidad del alma y prometen a sus fieles un paraíso radiante después de la muerte, me pregunto por qué proclamaban el derecho a mantener a esta pobre mujer en vida artificial. Una vez más, estos ultraortodoxos del Vaticano parecen admitir que ni siquiera ellos mismos creen en sus propios dogmas. Si todo el clero de la Edad Media hubiera creído verdaderamente en Dios, en el paraíso y otros timos incalificables, estarían ansiosos por morirse, y francamente creo que no hay nada más lejano de la realidad. Lo que verdaderamente es inadmisible es el hecho de inmiscuirse de un estado (el Vaticano) en los asuntos de un estado soberano (Italia). ¿Sería prudente reivindicar un nuevo Garibaldi para poner un poco de orden en el gallinero de la "bota" peninsular? Definitivamente, el ateísmo es una espiritualidad muy amena.

En lo que a mí me atañe, prefiero que no prolonguen artificialmente mi vida si me viera en un trance similar. Mi familia está al corriente. Que no se meta por medio ninguna persona (religiosa o política) ajena a mí o a mis allegados.

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