sábado, 24 de enero de 2009

Historia de amor atípica



He vuelto a ver una película que vi el verano pasado y que me pareció oríginal, innovadora y valiente. Se trata de la primera película como director de un actor fuera de serie llamado Vincent Gallo.

Lo primero que llama la atención en las primeras escenas es la sensación de frío.Un frío helador que se te mete en los huesos. Y es lo que siente el protagonista al salir de la cárcel. Acaba de pasar una temporada a la sombra. Se nos antoja un personaje tenebroso, huraño, triste, que sale al exterior, y se encuentra una ciudad gris, triste y fría. Sus padres se muestran indiferentes con él. Y luego está Layla, una chica tímida, inocente y cuyo vestido contrasta grandemente con el frío imperante, como caída del cielo. Y no es casualidad que el susodicho vestido sea de color turquesa. Como el cielo azul que apenas se ve, o más bien se adivina a lo largo del metraje.

Gallo ofrece una película intimista, depurada de toda floritura para centrar la atención del espectador en la psicología de los dos personajes centrales. Cabe señalar que no se trata de una historia que será del agrado de todos. En ese sentido sí puede considerársele una película muy minoritaria, pero no por ello exenta de sensibilidad ni calidad. En la historia se entremezclan deseos autodestructores, asco, incomprensión, temores, rabia. Por cierto, recomiendo, en la medida de lo posible, que el espectador pueda verla en V.O. Y también recomiendo verla solo, mejor que acompañado, tal es la conexión íntima que se establece entre lo que se ve en la pantalla y las emociones de cada cual.

La película es una pequeña maravilla. Pequeña por lo escueto del presupuesto y maravilla porque incluso los secundarios son de auténtico lujo: Beb Gazzara, Anjelica Houston, Rosanna Arquette, tanto que merecerían un poco más de lugar en la historia. Todo en la película, incluso en los momentos más trágicos, es poesía y romanticismo. Gallo le da una vuelta de tuerca a las convenciones cinematográficas para mostrarnos la intimidad de los perdedores, de los perdidos en sus propias vidas, de las gentes que ama, y eso se siente ya a partir de las primeras imágenes, de los primeros planos. Sus fotogramas transmiten más amor que cualquier comedia-taquillazo made in usa. De hecho, el blanco y negro le da un aire de suntuosidad. La puesta en escena es excepcional, audaz y ligera. La pareja protagonista transmite una química indescriptible. Por cierto que Christina Ricci está aquí en la cumbre de su arte; sin duda en su mejor papel. La escena de la bolera es una buena muestra de ello.

Uno empieza a ver la película, ve a un tío completamente ido, piensa que no se podrá en la vida identificar con nada de lo que siente o ve (un tipo sin corazón y bastante primitivo en sus acciones, que secuestra a una chica, que no ha conocido nunca el amor, con un caracter absolutamente insoportable, un tipo infernal), termina sin darse apenas cuenta sintiendo empatía. No se puede tener nada contra él, incluso se solidariza uno con él. A ver con detenimiento la escena del motel. Le dan ganas a uno de tomarlo en sus brazos y de mecerlo como a un bebé.

Sorprendente, divertido, emocionante, tierno, bello, violento, realista, extraño. Cine en estado puro.

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