viernes, 23 de enero de 2009

La felicidad era eso...

Vaya por delante que personalmente, no soy fan de Will Smith. De hecho, su penúltima película, un bodrio llamado "Soy leyenda", me pareció una tomadura de pelo supina. De vuelta de mi viaje a Austria de mayo pasado, en la soledad de una habitación de hotel, y haciendo tiempo para dormir, me la tragué... y se me indigestó. Puajjjj.... Pero a veces las cosas ocurren para demostrarte que tus teorías se pueden modificar por unos criterios bastante aleatorios. De hecho, esta película, llamada "En busca de la felicidad", me la había recomendado una alumna no hace mucho, y tuve curiosidad por ver qué tal era el Smith en un dramón de esos que te mantiene unida amorosamente a una caja de pañuelos durante gran parte del metraje. Más que nada por cambiar de verlo haciendo monadas en la pantalla, como se le conoce más popularmente.

El protagonista es un viajante, Chris Gardner, que las pasa canutas para llegar a final de mes. Hace malabarismos para sacar adelante a su familia. Su mujer no soporta vivir inmersos en la precariedad, tira un día la toalla y finalmente le abandona, dejándolo además al cuidado de su hijo de cinco años. A partir de ese momento, la vida parece derrumbarse alrededor de Chris. No consigue un trabajo más seguro, son desahuciados de la casa en la que viven. Entretanto ha comenzado a realizar un curso en una financiera, sin sueldo, pero con la esperanza de que al finalizar, le contraten. Llegan a dormir en la calle, en el metro, en hogares para mendigos. Un desastre... Por cierto, la película está basada en un libro basado en la propia experiencia del verdadero Chris.

Pues como iba diciendo, que así a simple vista podía ser otro fiasco "joliwudense", con el negro de moda, para más inri acompañado de su propio hijo en la realidad. En un primero momento, pensé "qué miedorrrr"... Luego, me dije, ufff, encima un dramón épico de los de sobremesa: la aventura de un tipo que acaba durmiendo en las calles y que el destino y su fuerza de voluntad catapultarán a Wall Street. Sin embargo esta biopic se ve de manera bastante fluida y agradable. En general, los actores están muy correctos (mención especial al niño) y algunos diálogos están muy bien hilados.

Si el objetivo de la cinta era construir un ambiente para que el espectador pudiera identificarse al sacrificio y a las penurias que cualquier padre estaría dispuesto a pasar, pues sí, ha sido conseguido. Se trata de sobrevivir en un mundo dominado por el capitalismo de los años 80 (por cierto, no muy diferente del de los noventa y de la primera década del siglo XXI). Chris hará lo posible por ver a su hijo tener una vida normal. Pero ¿qué es lo normal? ¿Qué quiere decir "vivir normalmente"? Si mi opinión general sobre la película es de un aprobado sobrado, he echado de menos, sin embargo un análisis más profundo de la cuestión principal. A saber: ¿el dinero hace realmente la felicidad? En mi humilde opinión, la respuesta es rotunda: NO. De hecho pienso que el director podría haber enfocado esa supuesto búsqueda con otros factores menos materiales. De acuerdo, la relación padre-hijo es muy buena, casi idílica, pero he echado de menos algo más de escenas de convivencia, de ternura paterno-filial, de conversaciones... Vale el niño es pequeño, sólo cinco años. Y claro, pocas conversaciones profundas se pueden tener con un crío así. De paso diré que la imagen (que ya conocía de haberla visto in situ) de país del primer mundo con sus colas interminables de mendigos, sus comedores sociales deja perplejo sobre la precariedad de los recursos sociales en un país supuestamente "rico". Por cierto, y como ya se está convirtiendo en costumbre en mí, mención especial para la música, que acompaña de forma natural la trama, poniendo especial énfasis a la escena de la iglesia, en la que dos lagrimones han intentado asomarse a mis ojos tal era la fuerza de las miradas de los protagonistas y de las imágenes.

Tengo un pequeño "pero" para la película. Y es que considero que le falta fuerza narrativa. Es como que no termina de elevarse para volar con dinamismo y uno se imagina algunos elementos adornados en exceso o incluso exagerados para beneficio de la taquilla, con respecto al original del relato novelesco. Vale, la película no es perfecta, pero la calidad de la dirección (la del director, que por cierto ha contado de nuevo con Smith para su última película -Siete almas-) y sobre todo de la dirección de actores que merece un sobresaliente alto. El actor logra transmitir emoción, y eso, hoy en día es digno de alabar. Sufrimos con ellos, sentimos con ellos, reímos con ellos, y finalmente nos sentimos aliviados con ellos. Uno se termina preguntando si frente a situaciones como las descritas en el guión sabría sacarse las castañas del fuego. Está más que claro que no todos buscamos llegar a convertirnos en magnates de las finanzas. Sólo anhelamos salir adelante y saber que tendremos un techo sobre nuestras cabezas (y más en los tiempos que corren) y un plato de comida cuando tenemos hambre. En resumen, la felicidad es la cosa que buscamos cuando hemos tocado fondo. Delante de nuestras pantallas, sentados en nuestros sillones favoritos, no se llega a saber realmente qué es eso de la felicidad.

Aunque el final me ha parecido algo precipitado, he agradecido el no mostrar el "después". El director ha tenido la sensibilidad de dejar caer el telón, dejando al espectador la opción de inventarse ese "después" tras haber visto en detalle el "antes". Y se agradece esa fineza, ese pudor y ese acercamiento ya que adivinamos desde el principio que el happy end será una realidad, merced al esfuerzo sobrehumano del personaje. Una historia creíble del self-made-man (aunque a ratos, sólo a ratos, algo ingenua) que no dejará indiferente a nadie.

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