jueves, 13 de noviembre de 2008

El triunfo de lo imperfecto



Este post podría titularse "La venganza de la verdura casera" pero he preferido llamarlo "El triunfo de lo imperfecto". Y me explico. Al parecer en Bruselas quieren suprimir las normas (leáse "calibre") de algunas verduras. Las zanahorias torcidas, los melones no demasiado redondos o incluso los pepinos demasiado curbados podrían estar pronto de vuelta en las estanterías de lo supermercados europeos. En nombre del prosaico nombre de "Menos burocracia", la Comisión Europea ha decidido que ya no habrá calibres fijos y otras normal comerciales que se sigan imponiendo a las frutas y las verduras. Con este objetivo, debe realizar una consulta a los países miembros estos días. ¿Pero el consumidor ganará algo en toda esta historia? Actualmente, en el mundo sin piedad de las normas comerciales europeas, para tener el derecho de figurar en los expositores de las grandes superficies, las frutas y verduras deben reunir unos ciertos criterios de color, forma, tamaño o incluso de calibre, de manera que puedan ser clasificados en una de las tres categorías prevista en una escala de calidad. De esta forma, los que son demasiado pequeñas o demasiado grandes, no lo suficientemente esféricos o demasiado largos terminan sus días en el mejor de los casos en confitura, puré o salsa. Y en el peor de los casos se tira directamente a la basura. El caso es que con el alza de los precios de la alimentación, es totalmente absurso tirar estas frutas y verduras sólo porque su aspecto no se identifica con unos parámetros estéticos de dudoso rigor alimenticio. De hecho, los precios podrían abaratarse sólo por este motivo. Y es que los cánones de belleza se pagan. La Comisión propone pues suprimir las normas estético-comerciales de 26 tipos de fruta y verdura sobre los 36 que componen la lista que se enmarcan en una reglamentación vigente hasta ahora. Para los diez restantes, como las patatas, las manzanas, los limones, los kiwis, las fresas o los tomates, la Comisión mantiene las normas comunes, pero sugiere autorizar su puesta a la venta al consumidor con una etiqueta que indica que están destinados a la transformación. Conclusión: menos despifarro y precios más bajos. ¿Qué más se puede pedir?
Aunque no todo es de color de rosa. Porque por su parte, los agricultores no opinan que sea una idea demasiado buena ya que creen que van a proliferar normas privadas, específicas de cada país o región productora. De hecho, afirman que serán las grandes cadenas de distribución las que impongan sus propias normas.

En realidad, nunca he creído que las verduras estéticamente uniformes fueran de mejor calidad que las de look imperfecto. De hecho, me parece escandaloso que por no responder a unas "normas" o "calibres" se hayan desperdiciado tantos productos. Así que una de las ventajas es que, y en estos momentos de crisis más todavía, se va a aprovechar por fin aquello que hasta ahora se tiraba gratuitamente. Ya está bien de tonterías. ¡Viva la zanahoria deforme, el pepino imperfecto, el tomate jorobado! ¡Y viva la diferencia y el buen sabor de antaño! De hecho, la gente que tiene un huerto lo sabe perfectamente. No hay nada como el sabor de una manzana cogida de un huerto y saboreada horneada o cruda, al gusto del consumidor. Por una vez que a Bruselas se le ocurre una idea estupenda, aplaudamos la iniciativa. ¡Fuera los tomates clónicos, abajo las berenjenas que parecen hermanas gemelas con la de al lado! Con los concursos de belleza de los venezolanos, ya tenemos bastante tontería como para dejar que eso se siga extendiendo al mundo del vegetal. Me gusta que las cosas sean únicas, especiales, particulares... Que ninguna se parezca a la de al lado. Todos sabemos que la naturaleza es diversidad. Basta ya de los productos de supermercado supuestamente "bonitos" pero carentes de sabor. Volvamos a las explotaciones modestas con formas de cultivo tradicionales, que producen lo de temporada, sin añadiduras químicas aberrantes. El sabor de un producto es señal de su riqueza en principios activos realmente nutritivos. Cabría revalorizar, incentivar y recompensar a las explotaciones pequeñas, de la huerta de al lado de casa en detrimento de las mega-superficies. ¿Para cuándo una revolución del mundo de la producción contra el monopolio de estos dicta-distribuidores? Hay que renunciar en masa a los pesticidas y otros productos químicos que arruinan la salud, las tierras y las finanzas. Hay que rechazar la "normalización" en nuestros platos. Reduzcamos la cantidad de comida en beneficio de la calidad, del sabor, de la diversidad. Vayamos lo más posible hacia lo natural. Vivan las verduras de todas las formas y los sabores. Abajo las comeduras de coco concernientes a las formas establecidas.
Cuando voy a la verdulería de mi barrio, prefiero comprar aquellos productos que no son clónicos. Me imagino que tienen menos fertilizantes. Siempre me ha tirado p'atrás lo bonito, lo brillante, lo liso, lo sin mancha, lo correcto, lo limpio y sin duda alguna todo el gasto extra que va detrás. De hecho, esto me ocurre igual con las frutas y verduras como con la gente. En general, se suele fijar más la gente en aquellas personas que nos llaman visualmente la atención y el resto se tira a la basura. Pues yo prefiero aquellas que son especiales, imperfectas, únicas, pero con un sabor entrañable, sincero, sin artificios. Una manzana con un pequeño arañazo puede saber a gloria; una patata no tratada puede ser el mejor ingrediente para la mejor de las tortillas de patatas... Y para aquellos que me protestarán diciendo que no se puede pelar facilmente una zanahoria imperfecta de formas, les diré que les pregunten a sus madres o abuelas, a ver cómo lo hacían años ha con utensilios de cocina que eran bastante más imperfectos que los que abundan en nuestras cocinas hoy en día.
Lo dicho, se impone una vuelta a lo natural.

P.D. Recomiendo el excelente libro de William Reymond "Toxic".

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