jueves, 6 de noviembre de 2008

Los chinos a la palestra... de nuevo


















No hace muchos días traía a colación el tema de la leche china adulterada con melamina. Bien, pues no han pasado ni dos semanas que ha saltado otro escándalo de proporciones magnas referente a un supuesto calzado tóxico made in China.

El debate sobre la seguridad de los productos fabricados por el gigante oriental está de nuevo abierto. Después del escándalo de la leche adulterada, un producto que los chinitos le añaden a sus zapatos para evitar su enmohecimiento provoca en Francia graves recciones alérgicas.
Se trata de una sustancia llamada dimetilfumarato, que no está autorizado en la Unión Europea como producto antifúngico (capaz de combatir moho y champiñones). Basta un solo contacto con este veneno para provocar un excema de contacto con graves reacciones alérgicas.

Los finlandeses y británicos ya había denunciado sillones fabricados y comercializados por una de las grandes cadenas de venta de muebles en 2007. De hecho, el fenómeno ha sido recogido por una prestigiosa revista médica recientemente. En Francia, se habían localizado partidas de este producto en una cadena de tiendas especializadas (Conforama) y posteriormente retiradas de la venta.

Por otra parte, la cadena de tiendas especializada en venta de calzados Etam ha denunciado a su proveedor chino por las reacciones alérgicas que producen sus botas, al parecer el mismo tóxico mencionado antes. La cadena de tiendas busca localizar a sus casi mil clientes que ya han adquirido un par de botas. Como dato estadístico, cabe señalar que más de la mitad de calzado que Francia importa proviene de China: 168 millones de pares sólo en los ocho primeros meses del año por un importe total de 677 millones de euros. ¡Nada menos!

Bueno, a mí tampoco me sorprende mucho. Lo que habría que preguntarse es qué controles de calidad existen actualmente en el gigante asiático. Y lo que la gente ignora totalmente es que la culpa la tienen los países (llamados) civilizados por ignorar las nuevas formas de esclavitud moderna de la mundialización. Los supuestos países desarrollados aprietan tanto los precios a la baja que los proveedores chinos no tienen más remedio que encontrar soluciones para sobrevivir. E incluso de esta forma, sacan beneficios. No es inusual encontrar en cualquier bazar chino accesorios de cocina que aún llevando grabado el letrero de "acero inoxidable" resulta que se oxidan a la primera de cambio. Ah! Y componentes sintéticos en prendas con la etiqueta de "algodón 100%". Sin embargo, no todo es deplorable, afortunadamente. También se encuentran productos de calidad, fabricados por empresarios responsables y fiables, que arboran una formación llevada a cabo en muchos casos en el extranjero. Una gran parte de proveedores chinos están tomando conciencia de la mala prensa de los últimos escándalos y de la importancia que tiene para el mundo occidental la calidad y la seguridad de sus productos.

Aunque no podemos bajar la guardia en cuanto a nuestros propios productos made in EU precisamente: cítricos embadurnados de pesticidas, aire contaminado en las grandes urbes, ríos pestilentes que contienen agua envenenada con metales pesados, tierras empobrecidas por cultivos intensivos, alimentos enriquecidos con colorantes y conservantes, una biodiversidad diezmada, centrales nucleares con fallos cada dos por tres. Así que no crucifiquemos a los chinos demasiado pronto porque nosotros no estamos exentos de culpa.

Pero volvamos a los chinos. Empieza ya a convertirse, desgraciadamente, en una (mala) costumbre encontrarse con productos que delatan una falta total de control de calidad. ¿Acaso nadie verifica un producto antes de comprarlo? Cierto es que a veces cuando uno aparta determinadas cosas procedentes de China, ya no queda gran cosa para elegir. Convendría tener esto en cuenta cuando vayamos a comprar los regalos de Navidad o incluso los artículos de decoración navideña.

Otra cosa. A los políticos la verdad es que este tema debe traerles al pairo, teniendo en cuenta que ellos ni se visten, ni se calzan, ni decoran sus casas en estos bazares. Y tampoco comen cualquier cosa. Sin embargo el ciudadano de a pie, que ahora más que nunca va a controlar cada céntimo de euro que sale de su cartera, no tendrá mucho donde elegir si quiere satisfacer los deseos de su progenitura en materia de regalos de Navidad, o de cumpleaños o simplemente ahorrar en productos de consumo cotidiano.

Otra reflexión; es una verdadera vergüenza que tantas y tantas marcas de primera categoría que se venden como productos de lujo y que cuestan un ojo de la cara se fabriquen en China con una calidad más que dudosa y pagando a los obreros sueldos de miseria. Pongamos que un par de zapatos tenga un coste en China de 4€. En una tienda europea, pueden llegar a venderse por más de 30 ó 40€, eso poniendo como poco. ¿Quién se beneficia de esos márgenes? Y otra cosa, ¿por qué los comerciantes europeos no boicotean debidamente los productos que no reúnan un mínimo de calidad? De esta forma, "el combate cesará por ausencia de combatientes". Cierto es que hay contratos de reciprocidad y entonces puede que los europeos sufran también las consecuencias. Pero a la larga, ¿quién pierde más?

Gracias, mundialización; gracias a los cierres de empresas europeos; gracias, descentralización; gracias por todos los obreros europeos que entran a formar parte de las lista del paro; gracias por toda esa experiencia y buen hacer echados a perder; esos mismos obreros que luego comprarán los zapatos que producen urticaria en los bazares chinos. Bien bajo hemos caído. Hemos inundado el mercado de productos de ínfima calidad en detrimento de lo local en nombre de la mundialización.

Made in China, ¡no, gracias!

1 comentario:

Antonio dijo...

Sostengo que el problema de fondo es el de la oferta y la demanda. Los chinos (dejando aparte los comportamientos abiertamente criminales) trabajan muchas más horas que nosotros para poder vender más barato -y de paso poder comer. Es lo que hacemos todos: buscamos un equilibrio entre nuestras necesidades y gustos y nuestro presupuesto. Ellos necesitan vender barato para competir con los ricos, y nosotros somos libres de comprar sus productos o no. Yo no lo haré mientras mi economía me lo permita, igual que tengo un coche coreano aunque me gustaría tener un alemán.(La vida suele ser así de injusta).
Otra cosa es que todos los productos, caros o baratos, tengan unas mínimas condiciones de seguridad. Ahí sí que suspenden todos.

Un saludo muy cordial.