viernes, 28 de noviembre de 2008

La violencia




















Acaba de publicarse un estudio que analiza la violencia en la sociedad francesa. Y el primer dato escalofriante desvela que la mitad de las víctimas de violencia lo son en el marco del hogar. Un 5% de los franceses de entre 18 y 60 años (más de millón y medio de franceses) han sido alguna vez en su vida víctima de violencia dentro de su propia familia. Fuera de estas cifras queda las estadísticas del policía con respecto a delincuentes.

Se trata de violencia sufrida por las mujeres... pero también por los hombres. Y estas cifras sólo conciernen los años 2006 y 2007. Por sexos, las estadísticas son similares, en torno al 5%, aunque la naturaleza de estas violencias así como el autor de éstas varía mucho. Con respecto a los hombres más de un 70% las han sufrido fuera del hogar. El dato inverso lo arroja lo concerniente a las mujeres: 80% han sido agredidas en el marco de su entormo más íntimo (vecino, colega de trabajo, padre) y 60% por un compañero sentimental. También nos habla de las edades en las cuales se dan más. A partir de los 25 años, las violencias disminuyen en ambos sexos, aunque siguen ganando por goleada aquellas sufridas por mujeres.

El paro aparece siempre como un factor explicativos de las violencias conyugales: 4% de las mujeres paradas declaran haber padecido violencias por parte de sus parejas. Y esa cifra se dispara si ambos están sin empleo. Otro factor determinante viene dado por familias monoparentales. Y finalmente, vivir en zonas socialmente desfavorecidas es un riesgo añadido. Desgraciadamente, el número de denuncias no se ha incrementado exponencialmente con respecto a las víctimas.

Bueno, ya sabemos lo que se dice popularmente sobre las estadísticas: si yo tengo dos jamones, y tú no tienes ninguno, las estadísticas afirman que ambos tenemos uno... Cuando se realizan estudios sobre lo que sea, se llevan a acabo sobre un número determinado de personas, no sobre el total de la población. En este caso se han interrogado unos mil individuos, con criterios muy definidos, pero no deja de ser alarmante el creciente número de víctimas de violencias, hombres o mujeres.

Y digo yo que también podrían haber incluído aquellas violencias infligidas en la carretera (6000 muertos al año no es moco de pavo). Circular como un degenerado en un coche, con los riesgos que eso comporta (muerte de niños -mira, precisamente la nueva campaña de la DGT retoma ese asunto espinoso-, de personas) debería asimilarse a un tipo de violencia ya que se trata de un afán dominador animal, tanto como aquel sobre la pareja, que en la mayoría de casos es más débil físicamente. Me pregunto si no se debería asimilar lo uno a lo otro.

Lo que tampoco se menciona son los niños. Cuántos son víctimas inocentes en el seno de su propia familia? Cuántos son víctimas de violencias por parte de padres que se ven desbordados y sueltan sus propias dosis de violencia por tener una vía de escape a sus propias frustraciones? Lo de la "bofetada a tiempo" es un mito. Porque nos dan la paliza con los abusos a menores por parte de pederastas día sí, día no. Porque los monstruos pederastas son eso, monstruos, pervertidos, pero y los padres que abusan de sus hijos?... Ah! que eso es tabú! Esa es otra cuestión que no se quiere abordar. Forma parte del ámbito familiar íntimo. De eso no hay estadísticas? Hoy es día es cosa probada que el niño que ha padecido en su infancia malos tratos y violencias tiene todas las papeletas para ser un adulto violento; delincuente en su adolescencia y posteriormente adulto inadaptado, incapaz de controlar sus impulsos. Esto quizás explicaría en parte las tasas de delincuencia, especialmente la de jóvenes. Probablemente, las cifras superan en mucho el 5% de estas estadísticas. Estoy segura.

Y los ancianos que padecen violencias encubiertas? Y los minusválidos? Las personas que son más débiles son más propensas a padecer violencias varias. Aquellos que no pueden denunciar, que son débiles, que no podrán defenderse ni testimoniar nunca... Excepto la punta del iceberg que salta de pronto a la actualidad cuando ya no hay solución: muerte de niños a manos de sus propias familias, torturados, martirizados, ignorados... La gente pasa al lado, evita mirar cuando un padre le pega a su hijo en plena calle una sonora bofetada. Eludimos en gran medida nuestra responsabilidad social, con la excusa de que es algo que no nos concierne, que no nos afecta. Sin embargo, esa misma gente es la que cuando ve esa misma noticia en los informativos ponen el grito en el cielo. Yo no me muerdo la lengua, porque he vivido eso y porque en esta sociedad tan policializada en la cual se le remueven a uno las tripas cuando hay un llamamiento de los medios de comunicación, me provoca náuseas por su hipocresía. Estamos inmersos en una sociedad de la apariencia. Lo que no nos afecta directamente, nos resbala. Y cuando nos afecta de lleno, nos sentimos únicos protagonistas en el universo, y entonces removemos cielo y tierra para atraer la atención del resto del mundo.

No quisiera dejar de abordar también otro tema tabú: cada vez más a menudo hay hombres víctimas de violencias física y psicológica por parte de mujeres. En otros países como Estados Unidos o Reino Unido ya existen campañas de sensibilización en los medios de más amplia difusión, con teléfonos de atención y organismos de apoyo. ¿Para cuándo la creación de algo similar en nuestro país? Habría que arremangarse para resolver estos problemas pero en un nivel de mentalidades e individuos, poniendo en marcha prevención de la de verdad, no de animación cultural angélica. Convendría analizar en profundidad todos aquellos factores que inciden en el aumento de la violencia, sea del color que sea (fracaso escolar, machismo estructural, afirmación compensatoria por la violencia, crisis económica y del empleo, desarraigo social y un larguísimo etcétera. Uno de los quid de la cuestión es la relación existente entre el poder y las formas de expresión a disposición de las personas.

Vivimos en un entorno en el cual los esquemas como el valor de la familia, del trabajo se han visto sacudidos, en el cual nos meten por los ojos referencias falsas como duros de seis pesetas, léase juventud y belleza eterna, éxito material, potencia sexual y libido obligatorias) la violencia es el modo de expresión de los débiles. En ayunas y empapados en sustancias inhaladas o ingeridas. ¡Qué triste!

A veces, me sorprendo a mí misma comprobando que, apesar de todo la inmundicia que me rodea, soy todavía capaz de sentir compasión hacia aquellos que sufren a pesar de las grandes dificultades en las que me muevo. Que siento tristeza por aquellos que padecen injusticias, que me conmueve el sufrimiento de personas ajenas a mi vida. Me congratulo de tener una vida digna, que estoy viva, que soy capaz de sentir emociones. Y que me conmueve el dolor ajeno...

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