lunes, 10 de noviembre de 2008

Suma y sigue.... (o resta?)
















Hace tres semanas, apenas a cincuenta metros de mi casa, y cuando me dirigía al insti, un coche se empotró contra el mío y me destrozó las dos puertas laterales. Se había saltado una señal de stop. Era un chaval joven, de veintipocos años, que conducía una furgoneta de empresa. Tras el impacto inicial, bajé a evaluar los daños y vaya si mi tiburoncito gris se había hecho "pupa"... Lo dicho, estoy todavía sin vehículo a estas alturas.

En un lunes como hoy, en el que una semana más se va estableciendo un balance del fin de semana en materia de accidentes de tráfico, se me ocurren varias reflexiones.

¿Por qué los coches pueden circular a 200 Km/h. cuando la velocidad está limitada a un máximo de 120? No sería más sencillo fabricar coches menos potentes y con motores eléctricos, menos caros y menos contaminantes? ¿Por qué no existe un sistema de limitación GPS para regular la velocidad máxima de los vehículos? ¿Por qué hay tantos camiones en las carreteras pudiendo hacer circular las mercancías por tren? Existen soluciones, pero se prefiere inyectar dinero para socorrer a los fabricantes de coches, más que volverse hacia las verdaderas alternativas. Y detrás de todo ello, siempre los lobbies, los políticos no son más que marionetas. Y nosotros sólo escoria a granel y encima nos toca pagar siempre...

Seamos sinceros, la gran mayoría de los accidentes suceden por distracciones: el abuelito que sale del bar y arranca sin mirar, el burro que da media vuelta con su furgoneta sin poner intermitentes, el capullo que se da cuenta en el último momento que se le pasa su salida de la autovía y pega un volantazo... Creo que el problema no es tanto la velocidad como el estar al cien por cien en lo que se está haciendo en ese momento, que es conducir. Basta con dominar el coche y no que él te domine a ti. Y eso es lo que le pasó al chaval que empotró su camioneta de empresa en las puertas laterales de mi coche. Que cuando salió de su vehículo se echó las manos a la cabeza, como dándose cuenta de pronto de su torpeza. No atinaba a formular una explicación lúcida porque tenía la neurona de vacaciones. Lo único que pudo decir es que se le "había resbalado el zapato del pedal" (sic). A cada accidente con balance de muertos, se suele señalar del dedo la velocidad. Pero los verdaderos errores de conducción nunca se mencionan, y si se hace, se comentan en los siguientes términos: "con una velocidad menor, podría haberse evitado". Ciertamente. Obviamente, cuando se está parado, se corren menos riesgos; eso es de perogrullo. Aunque... el día de autos, a mí no me pasó nada, pero el tipo en cuestión desplazó mi tiburoncito a varios metros de distancia del punto de colisión.

Leo que ya existen en periodo de experimentación unos vehículos que funcionan a aire comprimido con unos consumos inimaginables en un vehículo convencional. Gastan la friolera de 1 ó 2 litros a los 100 y contaminan una ínfima parte de aquellos. Pueden incluso alcanzar los 130 km/h. (de momento). Pero no seamos demasiado optimistas. Éstos también tendrán accidentes. Y vuelvo a lo que comentaba antes. Los accidentes no se producen por los coches en sí, sino por el (mal) uso que se haga de ellos.

Por otra parte y volviendo al tema de los carburantes, pronto tendremos que decirles adios a esos monstruos 4x4 que chupan más que un vampiro y a aquellos vehículos que tienen tropecientos caballos. Las cuadras de equinos van a ganar en calidad aunque pierdan en cantidad. Y el medio ambiente, de paso. Los carburantes fósiles van a desaparecer, nos guste o no y mal que les pese a algunos. Además, en tiempos de crisis, la gente cada vez tiene menos dinero y se pensará muy mucho echar carburante a sus vehículos si no es extremadamente necesario. De hecho, observando hace unos días la entrada a uno de los polígonos de mi ciudad, me sorprendí agradablemente viendo la cantidad de gente que acude al trabajo en bici. Y aquí cabe plantearse muchas cosas y verlas bajo otro prisma. Nuestra forma de vivir occidental, materialista y basada en la posesión de objetos supuestamente para saciar nuestro deseos de "pseudofelicidad" va a sufrir en los próximos años un serio revés. Y los que ya estén mentalizados para este cambio, eso que llevan de ventaja. En países del norte de Europa, ya existe un sistema bastante aceptado que consiste en compartir medio de transporte privado (y por extensión, gastos de carburante) a la par que se hace algo de vida social. El indivualismo que impera en nuestra sociedad hace que la gente se aisle en su cubículo metálico y no querer oír hablar de que un extraño comparta su espacio. Llegará el día en que conducir un coche sea un auténtico lujo. Los que no piensan en los que vendrán detrás de nosotros me dan auténtica pena. Hace ya más de un siglo que el "hombre civilizado" es egoísta y que "chupa" todo lo que puede a ultranza del supuesto estado de bienestar. Cómo bien afirmaba nuestro bisabueño Darwin, los que sepan sobrevivir a la crisis serán los reyes de la civilización. Los mediocres o los inadaptados se verán relegados por sus propios vicios.

Circular por carretera también es una cuestión de civismo. Y desgraciadamente, cada vez más a menudo, brilla por su ausencia. Por ello, España seguirá siendo un país de pandereta. Hay que ser pesimista sobre este punto. El hecho de que se haya reducido el número de muertos en carretera desde la entrada en vigor del carnet por puntos no garantiza que pasado el susto inicial de los puntitos que van desapareciendo del carnet, las multas astronómicas, los controles de la G.C. de Tráfico y los radares móviles o fijos, no se vuelvan a las cifras de espanto de años atrás. Todo sistema represivo arroja en los primeros tiempos resultados que pueden llevar a la euforia de los espíritus politico-simplistas. Sin embargo los efectos no duran demasiado. Es como una droga euforizante. Entonces hay que aumentar la dosis. Pero mire usted, el hombre no es un robot y al cabo de un tiempo se satura y bascula hacia comportamientos opuestos. Circular sin carnet de conducir es un buen ejemplo de ello. Lo que no hay en las carreteras españolas no lo busquemos en otros sitios. Basta echar un vistazo a las autopistas alemanas por ejemplo. Allí, no existe la limitación de velocidad, y sin embargo, apenas se registran accidentes mortales. El grado de barbarie automovilística no tiene parangón en este nuestro país. Bueno, si nos vamos a alguna región perdida de África, tal vez encontremos algo que se le parezca. Los españoles suelen ser en general unos capullos al volante.

¿Y si se cogiera al toro por los cuernos de una vez por todas? ¿Y si se reformara REALMENTE la forma de aprender a conducir en este país? ¿Y si se enseñara a los conductores noveles a dominar verdareramente sus vehículos? Empezaría por un conocimiento en profundidad de la mecánica, de los principios físicos que rigen el comportamiento de un objeto en movimiento, de la evaluación y de la capacidad de reacción que debe tener aquél que se pone delante de un volante. ¿No os habéis preguntado nunca que al volante de un cacharro de una tonelada, poder salir indemne a 120km/h. es tan importante como llegar a un destino? Y que poder restablecer la trayectoria de un coche por un volantazo inesperado al querer evitar un obstáculo surgido de pronto puede salvar vidas... Ay! Pero qué estoy diciendo... Si es que los lobbies de las auto-escuelas son tanto o más intocables que los políticos de turno. El que se crea el Alonso de turno, que se vaya a los circuitos. Me repatean los viejos que circulan a 30 por hora, los que creen que se puede conducir con una sola mano y la otras la dejan colgando por fuera, los que no saben dónde se encuentran los intermitentes de sus vehículos. Ah! Y aquellos que se abonan a circular en autovías por el carril de la izquierda como si fuera de su propiedad... Conducir debería estar vedado a quellos que se lo toman a la ligera. Cuando estuve en Irlanda hace tres años, comprobé cómo el acceso a las autovías está prohibido a aquellos conductores con menos de un año de antigüedad de carnet. Y me parece bien. Primero un rodaje por carreteras secundarias, y luego se pasa a palabras mayores. Porque a nadie se le ocurriría ponerse al mando de un avión sin saber pilotar, ni nadie gobernaría un barco sin haberse hecho a la mar antes.

Y los que nos viene... No quiero ser alarmista o pecar de pesismismo, pero la crisis que se nos va a echar encima sólo puede traer consecuencias nefastas. Cualquier niño de pecho sabe que el paro que genera la crisis afecta negativamente a los conductores: angustia, ansiedad, estados depresivos, situación de fracaso personal no pueden conducir, y nunca mejor dicho, más que a conducciones temerarias.

Una última cosa, para aquellos que dirán que el estado del firme tiene también mucha importancia en la seguridad de los conductores. Si el firme está en un estado lamentable, al margen de que uno se pueda quejar o no, se reduce la velocidad y punto. Conducir bien es principalmente saber adaptarse a las circunstancias en vez de culpar incansablemente al estado de nuestros accidentes.

Y con la que está cayendo, todavía sin coche... Paciencia!

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