domingo, 28 de diciembre de 2008

Domingo de monasterios y cuevas

El Monasterio de Poblet es, de los tres principales de los que consta la Ruta del Císter, el más grande, el más impresionante, arquitectónicamente hablando y el mejor conservado. No es por nada que la Unesco lo designó hace unos años como uno de sus edificios patrimoniales protegidos. En la actualidad, alberga una treintena de monjes benedictinos (orden fundada en el siglo V por San Benito, el artífice de "ora et labora"). En sus amplias dependencias, podemos admirar por ejemplo, una sala capitular que aún hoy es utilizada (el monasterio se empezó a construir en el siglo XI y tardó en completarse la friolera de cinco siglos, por lo que como ejemplo de la diferencia de estilos arquitectónicos podemos ver cómo cado uno de los laterales de su claustro presenta detalles románicos y góticos alternativamente), una basílica que alberga las tumbas de los principales reyes de Aragón, y en rey superstar, los restos de Jaime I el Conquistador, una biblioteca que atesora unos 80.000 volúmenes, unas cocinas pantagruélicas, unos dormitorios que hasta hace poco años todavía ocupaban los monjes ( en la actualidad, ocupan unas celdas con calefacción, signo de los tiempos modernos, comodidad obliga...) Aunque las explicaciones de la visita guiada eran en catalán (si las quería en castellano, tenía que esperar una media hora más) eran facilmente comprensibles; además, me hace hacer un excelente ejercicio mental de traducción y comprensión. Es curioso cómo al hablar francés, se me hace increíblemente fácil entender esta lengua.
Al regreso de Poblet, he parado en L'Espluga de Francolí, a visitar su famosa cueva, de la época neolítica, de cuando los Neandertales poblaban la zona, y antes de que les tomaran el relevo los Homo Sapiens. Las dos cuevas, porque son dos, son impresionantes. No hay pinturas pero ni falta que hace. Además en el silencio que propiciaba lo reducido del grupo en el que me he integrado, hacía que la inmensidad de las entrañas de la tierra resultara más impresionantes si cabe. Son las séptimas en longitud del mundo (las cuartas de Europa). Con animaciones de vídeo, recreaciones de escenas de la vida de la época, da escalofríos pensar en lo dura de aquella vida, en el día a día, en las dificultades de supervivencia, en los peligros que a cada rincón acechaban, en las fieras que comprometían perpetuar la especie, en la dureza de la vida itinerante de aquellos pequeños núcleos de personas luchando por salir adelante sin comodidades, sin facilidades, sólos con su valor y su fuerza personal...
Como finalmente he tenido que volver a siglo XXI al finalizar la visita, y dada la hora que ya se había hecho, he decidido que iba a comer en algún restaurante de Montblanc. Finalmente, y siguiendo los buenos consejos de mi consejera personal de los apartamentos, he ido a comer a Cal Colom, un restaurante de esos en los que no se ven apenas turistas, escondido en un callejón ínfimo, no muy lejos del apartamento. Con resultado no sólo de aprobado, sino de un notable alto por lo sabroso de sus platos y lo exquisito del entorno y del servicio. Además, he tenido suerte, ya que de haber esperado un día más no habría podido degustar su cocina, al cerrar precisamente mañana para tomarse un descanso por vacaciones.
Mañana, creo que visitaré Tarragona.

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