miércoles, 13 de agosto de 2008

Después de la boda

A veces, sólo a veces, muy pocas, llegan a nuestros ojos pequeñas perlas cinematográficas que nos hacen creer en el ser humano, en su bondad, en su metamorfosis hacia la perfección... De esas películas que son como pastillas-placebo, que tomamos para curarnos de la soberbia y de la idiotez y que sin embargo obran un efecto mucho mayor del esperado. El caso es que anoche vi una de esas joyas. Se llama "After the wedding", y la vi de una sentada, yo que ultimamente soy incapaz de sentarme a ver siquiera una serie de televisión.

Hay algo que emana de esta película, algo que hace que no sea como las demás. Cómo expresarlo? Se parece a un viaje. De hecho empieza en la India y nos lleva hacia un reconocimiento, al descubrimiento, a la responsabilidad, a la elección… y hacia el duro camino de la vida. La interpretación de los actores es antológica. La puesta en escena es intimista. La música que lo envuelve todo sin agobiar, como formando parte ella también del elenco de actores es maravillosa. Se le podría reprochar su lado sensiblero en determinadas escenas pero se amalgama tan bien al guión que ni se nota. Los actores masculinos nos hacen asistir a un duelo interpretativo de alto nivel. Uno, que va de Quijote que combate la miseria en un orfanato indio y que desprecia el realismo del otro. Este otro que arbora una fachada de hombre de negocios y buen padre de familia, y que da una visión de la generosidad y de la entrega todavía más emotiva. Jacob y Jorgen, dos hombres, aparentemente sin nada en común, pero que ve verán en el espacio de unos pocos días, unidos, sin ellos saberlo, por el destino. No se trata de la dualidad Bien-Mal, la historia va mucho más allá. De hecho, el supuesto hombre rico, capitalista, que tiene todo cuanto pudiera desear, nos obligará a dar un giro de 360º en nuestros esquemas mentales y nuestros prejuicios. De igual manera, las ideas preconcebidas que tenemos del que consideramos un héroe, entregado a una causa noble y altruista, se nos vendrán abajo al filo de la historia. Nada es lo que parece en esta historia de vidas cruzadas.

Podría haber sido una película más del “Dogma”, ya que su directora, Susanne Bier, es danesa. De hecho, muchas de las escenas más dramáticas están rodadas cámara al hombro. Pero se diferencia del resto de esta corriente de nuevo cine danés en los detalles. Filma aquellos pequeños momentos y detalles de que están compuestos las vidas de los protagonistas: primerísimos planos de miradas, de pieles excitadas, de lágrimas, de labios mojados por el vino. Vidas hechas de retazos de altibajos, de actos liberadores, de crueldad, de generosidad… En resumen, una película dual donde el marido y la esposa se unen (el título evocador) para formar una fuerza única, vital, la de la unión del ying y del yang (representado por el discurso de Jorgen a su esposa, en sus propias palabras “océano y cielo”) y un poderosísimo grito a la vida. No se debe guardar todo para uno mismo. Porque el “hombre del saco” nos llevará algún día con él. Se trata de confesar el amor, esa divina palabra que lastima y nos hace sufrir al salir de nuestras bocas (tanto da que sea amor filial o carnal).

Esta película es un canto a la vida, al amor, con el fin de preparar mejor la muerte. Pero también es un canto al estado de regresión del que es capaz cada cual (su país, su mujer…).

Sólo se me ocurre terminar este breve y modesto comentario por dos palabras que resumen mis sentimientos en estos momentos: CARPE DIEM!

1 comentario:

Anabel dijo...

Gracias por la visita.

He empezado a leer tu blog y ya me he quedado enganchada, olvidándome de los quehaceres diarios :D

Espero que pases también unas felices vacaciones, cada una en un extremo del país por lo que he leído (me voy a Granada). Veo que además, compartimos oficio.

Volveré, como rezaba mi último post, y también a visitarte.

un saludo!