sábado, 30 de agosto de 2008

Viaje a Asturias - Crónica del 16 de agosto (1)

Borges metaforizaba mucho, demasiado, diría yo. Pero no soy quien para criticar gratuitamente al maestro de maestros. Decía que Borges usaba profusamente la metáfora pues, entre otras cosas, comparaba la vida con un viaje, en alguna de sus novelas. Y es cierto que la vida como tal es un largo camino lleno de experiencias, de vivencias, de aprendizajes, de tramos y recorridos, de cuestas empinadas y cunetas sucias, de valles fértiles y picos ariscos. No quisiera enrollarme demasiado en figuras metafóricas, así que iré directamente al grano de mi viaje veraniego, aunque a veces utilice alguna que otra comparación.
En la metáfora, ups, perdón, en qué estaría yo pensando yo... en el viaje que me ocupa en estos momentos, ya he tenido tiempo para configurar en mi mente cuantas imágenes se han ido reflejando en mi retina, desde la salida oficial esta mañana temprano cuando, tras el pistoletazo de salida, enfilé la carretera para recorrer la geografía española en diagonal para recalar en un pueblecito leonés llamado Villalobar. En todas estas horas, que han sido muchas, he tenido oportunidad de mirar, admirar, contemplar, observar, ver... amén de maldecir el aparatejo que se suponía iba a convertirse en un eficiente asistente de viaje. Y he tenido que improvisar sobre la marcha porque el gepeese se empeñaba en dirigirme hacia la N-II, dirección Zaragoza, así que contradiciendo repetidamente la voz metálica que emanaba del aparatejo, finalmente, encontré mi camino. Pero, como diría el caballero, "a fe de Dios, que costó lo suyo!".
Conforme iba ascendiendo hacia el frescor del norte, se iban sucediendo parajes desolados y resecos de la Mancha, polígonos industriales de las periferias de grandes ciudades, autovías, carreteras, autopistas de peaje, con o sin tráfico, campos sembrados de girasoles saludando al sol, otros de cereales ya segados y que lloraban su desnudez, cielos preñados de nubes bajas... Se diría que se habían cansado del calor de las últiams semanas y se habían dejado descolgar hasta casi tapar el suelo, cual manta. Es un auténtico placer volver a respirar con las temperaturas primaverales que reinan en Castilla. Incluso a la altura de Medina del Campo me ha caido un chaparrón de no más de cinco minutos pero suficiente para obligar a los termómetros a rendirse una buena decena de grados. Mis ojos se iban empapando de todo los detalles del clima y de los paisajes: nubes, relieve, tráfico, luz... Mi mente semejaba un lienzo en blanco que se iba tiñendo por momentos de elementos pictóricos a medida que iba avanzando el camino.

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