domingo, 19 de octubre de 2008

Leer a Rilke

Acabo de leer una novelita de Rilke, de la que supe la existencia viendo una película francesa llamada "Clara et moi" (con mi admirado Julien Boisselier), nada del otro jueves. Ya digo que pasaría a los anales de la historia del cine francés como una peli más si no fuera por una la escena en la que el protagonista abre un regalo que le acaba de hacer su padre. Se trata del libro en cuestión. Sentado en un tren, con una voz en off que desgrana lo que copio más adelante, la cámara desvía su atención del rostro del actor para centrarse en la paisaje, verde, frondoso y lejano. No sé si ha sido la voz, las palabras, la escena, el actor, o nada de todo eso, o incluso todo ello en bloque, pero ese momento ha conseguido hacer aflorar en mí oleadas de emoción. La novela se llama "Los cuadernos de Malte Laurids Brigge".

"Para escribir un solo verso, es necesario haber visto muchas ciudades, hombres y cosas; hace falta conocer a los animales, hay que sentir cómo vuelan los pájaros y saber qué movimientos hacen las florecitas al abrirse por la mañana. Es necesario poder pensar en caminos de regiones desconocidas, en encuentros inesperados, en despedidas que hacía tiempo se veían llegar; en días de infancia cuyo misterio no está todavía aclarado; en los padres a los que se mortificaba cuando traían una alegría que no se comprendía (era una alegría hecha para otro); en enfermedades de infancia que comienzan tan singularmente, con tan profundas y graves transformaciones; en días pasados en las habitaciones tranquilas y recogidas, en mañanas al borde del mar, en la mar misma, en mares, en noches de viaje que temblaban muy alto y volaban con todas las estrellas -y no es suficiente incluso saber pensar en todo esto-. Es necesario tener recuerdos de muchas noches de amor, en las que ninguna se parece a la otra, de gritos de parturientas y de leves, blancas, durmientes paridas, que se cierran. Es necesario aún haber estado al lado de los moribundos, haber permanecido sentado junto a los muertos, en la habitación, con la ventana abierta y los ruidos que vienen a golpes. Y tampoco basta tener recuerdos. Es necesario saber olvidarlos cuando son muchos, y hay que tener la paciencia de esperar que vuelvan. Pues los recuerdos mismos no son aún esto. Hasta que se convierten en nosotros, sangre, mirada, gesto, cuando ya no tienen nombre y no se les distingue de nosotros mismos, hasta entonces no puede suceder que, en una hora muy rara, del centro de ellos se eleve la primera palabra de un verso".

Si la película no es gran cosa, la novela en cuestión es una obra de arte. Se trata de una larga meditación poética del autor, concebida como un diario íntimo y que gira en torno a la desaparición de su abuelo. Es un texto muy extraño, en prosa, un tanto desconcertante. A veces bastante hermético. El auto pasó seis años de su vida a redactar estos setenta y un fragmentos que componen este diario. El narrador, Malte, se instala en París. Empieza a escribir un diario (sin fechas concretas) en el cual se aplica en relatar sus dificultades frente a la escritura, sobre la pobreza que le rodea y sobre la omnipresencia del sufrimiento y de la muerte. Entremezcla recuerdos de infancia, en Escandinavia, que bajo su pluma se convierten en evocaciones fantásticas.

Me ha gustado este libro, a medio camino entre novela y diario íntimo: y aborda quizás veladamente una obra autobiográfica. Es el propio Rilke el que asome bajo los rasgos de Malte. Es él quien camina entre la miseria imperante en el París de la época, es él quien no cesa de cuestionarse sobre el papel del escritor, su misión, es él quien ha sufrido en su infancia de no haber sido deseado. De hecho, en uno de los fragmentos, Malte cuenta que cuando era niño, su madre se mostraba triste por no haber tenido una niña. Para complacerla, se travestía y se hacía llamar Sophie. También la madre de Rilke bautizó a su hijo con un nombre femenino: Rainer-Maria.

El estracto que he copiado más arriba es un poco largo tal vez, pero es absolutamente magnífico. Me da la sensación de que esta reflexión de Rilke sobre la necesidad de vivir experiencias, no siempre satisfactorias, a menudo dolorosas, antes de escribir es justa. ¿Cómo escribir si no se ha visto mundo, si no se conoce nada? Es el gran drama de su narrador que intenta, a través de su observación de Paris, emular a los grandes autores como Flaubert o Baudelaire, y sus recuerdos de infancia, recoger fielmente el mundo y transformarlo en palabras.

1 comentario:

Lara dijo...

es la primera vez que pongo un comentario a alguien que no conozco...

primero darte las gracias.
he visto tu entrada desde google, estoy estudiando un poco a rilke por mi cuenta para un trabajillo, estudio inef o ciencias del deporte y no tengo mucha idea, además apenas he leído nada de él aún. quería comentarte después de leerte que rilke no fue llamado así, sino rené, que en francés significa renacido. y que huía de la palabra "novela" para esta obra, decía "prosabuch" supongo que cómo la prosa poética de platero yo o...
pero en primer y último lugar darte las gracias por acercarme este fragmento, y las ganas por leelo entero (y ver la película)!

Lara