sábado, 4 de octubre de 2008

Violencia en las aulas... una vez más

Leo horrorizada (sí, todavía no he perdido mi capacidad de sentir repugnancia hacia este tipo de hechos) que una alumna de un centro de secundaria de París, de 16 años ha agredido a una de sus profesoras. La ha noqueado de un puñetazo. Balance: fractura del tabique nasal. La profesora agredida está de baja, obviamente. Podría tratarse de una agresión más a un profesional de la enseñanza si no fuera porque la víctima es vice-directora del centro en cuestión. Y ha presentado una denuncia ante las autoridades policiales y ante la inspección educativa.
Todo empezó porque la profesora pidió explicaciones a la "niña" por su enésimo retraso en incorporarse al aula. La adolescente le ha respondido con un exabrupto y le ha asestado un puñetazo en todo el rostro. No contenta con ello, la chica la ha emprendido a golpes con la puerta del despacho de la directora, donde se había refugiado la profesora agredida. Los policías han tenido que forcejear un buen rato con la agresora, que estaba fuera de sí. Ha sido detenida y acusada de atentado contra la integridad física de un funcionario de servicio público. En Francia no se andan con chiquitas; si hay que cargar con la artillería pesada, no se amedrentan. Ays... si nosotros tuviéramos esas leyes!

La chica en cuestión ya había sido expulsada de dos centros con anterioridad, por comportamientos violentos y total falta de adaptación a unas reglas mínimas de convivencia. En Francia, no se estima (como aquí nos quieren hacer creer) que se trate de casos aislados. Por eso, el cambio rápido de leyes cuando se trata de estas situaciones. Allí, las cosas salen a la luz, y las autoridades educativas son las denunciantes. Directamente.

Dos cositas. A mí me gustaría ver a algún ministro, de esos que tanto les gusta hacer leyes nuevas de educación cada dos por tres (13 leyes en 10 años, quién lo diría), enfrentándose a niños inadaptados, violentos, dejados de la mano de sus padres en un aula, así en caliente... Le pondría los pies en el suelo a la de tres.
Decía el otro día que en todos sitios cuecen habas, pues eso. Es moneda corriente que un profesor de cualquier centro, de cualquier materia, de cualquier nivel reciba insultos, malos modos, e incluso agresiones físicas, pero parece que ocurra como cuando los malos tratos a las mujeres eran temas tabú, que no se dice en la prensa, en la tele... Nadie lo menciona, es como si diera vergüenza reconocer que hay niños que ya hace años que se fueron del control de las manos de sus padres, y pretenden que le saquemos las castañas del fuego nosotros. ¡Qué risa, Maria Luisa! ¿Qué c*** han estado haciendo esos padres los últimos 15 años? Cuántas veces, siendo tutora, he tenido que escuchar aquello de "Mire usted lo que hace con mi hijo/a, que yo ya no sé qué hacer con él"... La violencia verbal se ha banalizado, ya nadie se inmuta por un insulto, se ha convertido en un problema cotidiano. Cuántas veces me he tenido que enfrentar a adolescentes que no tienen ya su lugar en el sistema escolar... Los institutos deberían ser un especie de santuario, un lugar apacible en donde se aprende. Por ello, habría que excluir a todos aquellos que no son capaces de respetar las reglas más elementales de vida en comunidad y que hacen de la violencia su modo de vida. Los críos como esta agresora no deberían asistir a este instituto (donde se aprende) sino a un centro especializado (donde se educa y se cuida). Hay muchos recursos económicos y humanos despifarrados y (lo pagamos entre todos, finalmente) en alumnos que no lo merecen, y que sirven desgraciadamente de lastre para aquellos (que afortunadamente los hay) que sí quieren integrarse, sí quieren aprender, sí quieren formarse. Una idea sería enviarle la factura de los costes a los padres. Tal vez así, reaccionaran, y se vieran obligados a asumir sus roles so pena de condenas judiciales. Así algo empezaría a cambiar.

A los jóvenes, en general, no les gusta ir al instituto porque es un lugar donde se aprende (y eso, es cierto, cuesta), donde te obligan a hacer cosas que no te gustan, donde te prohiben hacer lo que te da la gana, donde se te juzga y donde se te sanciona. Pero esto es necesario para aprender a vivir en sociedad. Obviamente, hay cosas más desagradables que otras. Sobre todo para aquellos jóvenes inmersos en una sociedad que te dicta por todos los lados que el placer y la satisfacción de tus deseos (de todos ellos) es la única regla de comportamiento, y los padres que se hacen los despistados, no quieren, no saben enseñar el "no".
A fuerza de criticar, de envidiar, de despreciar a los profesores, se llega a estos extremos. Si un profesional de la enseñanza abofetea a un alumno grosero y descarado, se le abre un expediente (no hace mucho se suicidó un profe que había abofeteado a un alumno).
Ninguna reforma se ha hecho en primaria. Y ahí está el quid de la cuestión. Mientras no se empiece con una buena (y completa) reforma de la primaria, el problema de la secundaria conflictiva no se verá mínimamente resuelto.

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