sábado, 6 de septiembre de 2008

Viaje a Asturias - Cajón de sastre


Mi momento de relax en cualquier viaje. Esta foto fue tomada en el puerto de Tanes, el núcleo poblacional más elevado del valle. En realidad se trata de unas pocas edificaciones, ya que el pueblo de Tanes está unos pocos kilómetros más abajo. Se accede por una serpenteante carretera, con el firme en bastante mal estado, y que tiene que soportar, me imagino, unas temperaturas y una climatología extrema en esos inviernos de chimeneas de los cuentos de Andersen. Como decía, en cada una de las pequeñas etapas de mis viajes, me apeo del Tiburoncito gris, me pido un descafeinado con leche (de sobre, eh!) y me pongo a plasmar en palabras todas aquellas impresiones que me surgen al hilo de lo que desfila por mi mirada. Ya lo hice en mi viaje en 2006 a Navarra y en 2007 a Huesca (estos relatos están en mi blog anterior, por si le interesa a alguien, pues ya sabe el medio para pedirlo) y aquella boda en Austria del pasado mes de mayo.


Hablaba en un post anterior del acento asturiano, suave y cadencioso. Me gusta escuchar cómo los oriundos pronuncian y me sonrío cuando recuerdo la primera vez que escuché a una persona colocar el pronombre complemento detrás del verbo, en vez de delante. (Por ejemplo, "prometiome que vendría"). Este es el cartel de las fiestas en honor de San Ginés, de Rioseco, que estaba redactado en bable.

Siempre he sentido una especial fascinación por las casas viejas. Desde que era apenas una niña que no levantaba dos palmos del suelo decía: "Un día tendré mi propia casita". En realidad, no sabía el tipo de casita que quería hasta que vi las que había en Asturias. Sí, definitivamente, si puedo, y espero que sea antes de jubilarme, me compraré una casita de estas de piedras rotundas, con su huerto de manzanos y su gallinero en algún sitio parecido a éste.


En el límite entre la provincia de León y Asturias, se encuentra el Puerto de Pajares. Mide todo eso que dice el cartel... Ufff, y me dan sudores fríos de pensar que hay ciclistas que se lo meten entre pecho y espalda, porque a mí, en coche, me costó dios y ayuda, coño, que hay que verlo para darse cuenta. Se accede por la N-630 que viene de León, a la que llaman La Ruta de la Plata. Por cierto, que vi no pocas veces pintadas a lo largo de la carretera que reivindicaban la independencia de León (Castilla sin León, dixit)...


Esta es una imagen del taller de la madreña al que aludí hace unos días. Es curioso ver cómo las hacen. Luis, el artesano maestro, me estuvo explicando detalladamente cómo se fabrican, desde que se va uno, hacha al hombro al monte, hasta que se le dan una capa de pintura. En esos momentos, era la única visitante aquella tarde, así que, sin dejar un momento de fumar, me fue explicando el nombre de las herramientas, de los tipos de madera, los distintos procesos por los que pasa la madreña para llegar a serlo. Es curioso que en Ladines, todos los habitantes, sobre todo cuando llueve o cae el orbayu, van provistos de ellas. Me contó Luis que en la época de mayor esplendor de estos calzados, hubo hasta 180 artesanos en la zona. Ahora mismo él es el único que las produce, y más como un producto destinado a los turistas que a los asturianos de pro.


Esta foto la tomé en Santa María de Tanes, un lugar bastante singular, ya que se encuentra relativamente lejos de Caso, que es al Concejo al que pertenece. Es una colegiata bastante imponente, construida junto al Pantano del mismo nombre. Es una de las obras arquitectónicas más destacables de la edad moderna asturiana y un ejemplo destacado de iglesia rural. Es un edificio de proporciones y estética clásicas, comenzado a construir a mediados del siglo XVI.

Sidra de la buena... Al menos eso, me dijo Diego, que se trataba, que él entiende de estas cosas más que yo. Aquí es donde, durante la comida que más abajo comento en el bareto "hinchafulbolero", él y yo nos "pimplamos" esas dos botellas. Lo de la casera al lado, es uno de mis experimentos. Me gusta la casera comiendo (por aquello de que si no hay casera...) y quise probar qué tal estarían juntos. Y no estaba mal.

Aquí estoy, haciendo compañía a un extraño "viajero" de Úrculo, que aunque no nació en Asturias, vino a vivir aquí con su familia, un par de años después de nacer. De vocación artística muy temprana, y después de unos estudios en el Círculo de Bellas Artes y en la Académie de París. Oviedo está plagada de esculturas suyas, todas ellas con una temática en común y que pertenecen a su última etapa:el tema del viajero enfrentado a las grandes ciudades modernas, variante irónica del viajero romántico sobrecogido por el paisaje. Enfrente de la universidad hay un gigantesco sombrero apoyado en unos libros. También en un hospital en el que fui con Cris pude admirar unos cuadros con imágenes de tumbonas mirando al mar. Muy bonitas y sugerentes.

Los "casadielles" son unas pastas hechas con una masa de harina, rellenas de nueces picadas, que además de azúcar y anís, llevan leche y posteriormente se fríen. Aquello tiene sus millones de calorías por unidad, pero nada más llegar, y siguiendo una vez más las recomendaciones gastronómicas (por cierto, Diego, compré también embutido de categoría excepcional en Casa Ezequiel II, regresando de Asturias, en Villamanín) probé los casadielles y aquello sabía a gloria bendita. Pura delicia para el paladar. Y reitero, benditas lorzitas!

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